La influencia del Marxismo en la Civilización Moderna
- Gerardo E. Martínez-Solanas
- Category: Perspectiva económica: Martínez-Solanas
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Es común que quienes abandonan el fundamentalismo fanático del comunismo, leninismo, estalinismo o fascismo (o sus derivados maoísta, castrista, etc.) se refugien en un "socialismo marxista" como paliativo a los errores que, según ellos, se desviaron hacia esas teorías y tendencias totalitarias. Buscan en la "pureza" marxista las soluciones a un mundo mejor, más igualitario.
En realidad, las ideas que proyecta Karl Marx en su obra están orientadas a destruir el humanismo que se pronuncia desde el siglo XIX como una alternativa viable y mucho más benévola. Aunque muchos teóricos tratan de darle la vuelta a las teorías y prédicas de Marx para presentarlo como un humanista que sintió amor y piedad por los pobres, en realidad, él, al igual que las fuerzas que impulsan la selección natural de Darwin –que él aplica a sus propias ideas–, no tenía consideración ni compasión por el individuo, por la "persona humana". Sólo le importaban los grupos y las clases: trabajador contra patrón, pobre contra rico, proletariado contra burguesía.
Por tanto, afirmo sin ambages que Karl Marx fue el pensador más malvado y destructivo de todos los tiempos. Sus ideas divisionistas y desestabilizadoras infectaron el pensamiento europeo con el convencimiento de que la historia derivaba ciegamente y, según él, inexorablemente hacia una sociedad igualitaria que estaría definida por esta máxima: «¡De cada cual según sus capacidades; a cada cual según sus necesidades!» [Marx, “Critica al programa de Gotha” (Sección I), en Marx y Engels, Obras escogidas en dos tomos, tomo II, p. 16.]
Marx tenía una fe dogmática en el determinismo que contempla al ser humano totalmente sometido a las leyes de la naturaleza, pero trazando el devenir inexorable de la historia. Notablemente, aquí hay una evidente contradicción porque proclamaba que la historia avanza inexorablemente hacia una meta (que no podía ser otra que el Comunismo) y, por tanto, debe ser independiente de la naturaleza, fuera de la cual nada puede existir como una fuerza ajena. La realidad es que la historia no tiene futuro, sólo pasado; el futuro lo construye el ser humano conjugando voluntades y esfuerzos en el ámbito de sus limitaciones naturales pero con capacidad trascendente de edificar o cambiar su propio destino.
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